Este título nos invita a cuestionarnos sobre el nacimiento de la esperanza como una experiencia compartida, misma que se transmite a través de nuestras acciones cotidianas, nuestros sentidos de vida, valores, perspectivas del futuro y, por supuesto, desde la psicoterapia. Vivimos tiempos difíciles en donde prevalece un contexto de incertidumbre, de dudas existenciales y de dolor emocional, donde la esperanza en ocasiones flaquea, sin embargo, la clínica relacional está encaminada a transitar por senderos distintos a las improntas que dejaron las condiciones deficitarias y traumáticas de la existencia y, en ese sentido, propone una forma distinta de amar, de relacionarse y de resignificar la muerte, el abandono, el vacío, la locura y el sinsentido. Desde este ángulo, la esperanza también nos abre caminos para descubrir los misterios del saber, el conocimiento que nos inquieta y que proviene de lo que el contexto, la alteridad o la conformación múltiple del self nos propone. Nos invita a irrumpir en un tiempo presente para mostrar curiosidad por conocer aquello que no está a nuestro alcance. Aprender del otro, escucharlo, entregarse a una experiencia compartida, participar en proyectos sociales, trasciende los confines de la clínica para ampliar nuestra mirada hacia la construcción de un mundo mejor, en donde podamos sentirnos integrados por una membrana común que respete nuestras singularidades y reconozca nuestras diferencias. El psicoanálisis relacional es un instrumento valioso para pensar nuestro mundo como un solo organismo o un solo cuerpo que funciona de manera sistémica. Las acciones del otro y las respuestas ambientales repercuten significativamente en la construcción de la subjetividad y viceversa, influimos de manera constante en el otro y en la realidad que vivimos. Eso nos coloca ante una responsabilidad emocional y social que vincula nuestros mundos de experiencia. La esperanza es un valor fundamental para trazar rutas de integración, amor y relación. Una de ellas es, por supuesto, esta jornada, la cual hemos preparado para compartirla con todos ustedes.
¡Los esperamos!
⏰ España 18:00 Hs.
⏰ Argentina 13:00 Hs.
⏰ Chile 12:00 Hs.
⏰ Portugal 17:00 Hs.
⏰ México 11:00 Hs.
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El pasado 21 de mayo hemos tenido la alegría de volver a reunirnos muchos colegas Relacionales de habla hispana en ocasión de la Tercera Jornada de GRILPP titulada “¿Cómo nace la esperanza en nuestra mente relacional?”.
Disfrutamos de las presentaciones de los IARPP de diversos países, todas ellas sumamente enriquecedoras y también todas en consonancia con la ponencia de nuestra invitada de honor, Sandra Buechler, PhD.
Se planteó la esperanza como fuerza viva, no solo como una actitud pasiva de espera o como mera expectativa cognitiva, sino como emoción activadora, como motor que nos empuja a seguir adelante aceptando las paradojas de la vida. Es necesario comprender la importancia de que la esperanza no sea depositada en lo erróneo que sería tener la esperanza de alcanzar certezas absolutas en nuestros vínculos y en la vida en general. La vida está llena de incertidumbres, de paradojas, de dolor. La esperanza no es el antídoto a esto, no nos trae certezas, no le pone fin al dolor. La esperanza es la creencia de que vamos a poder tolerar las paradojas y las incertidumbres que nos presente la vida y atravesar el dolor, aunque duela.
Y nuestra tarea como terapeutas es fundamental ya que estamos ahí, con el paciente, dispuestos a compartir sus incertidumbres, tendiendo nuestra mano para que pueda atravesar su dolor acompañado. El dolor compartido duele menos, no queda inscripto como un dolor sin nombre.
Al decir de la escritora Rosa Montero: “El verdadero dolor es indecible. Si puedes hablar de lo que te acongoja estás de suerte: esto significa que no es tan importante; porque cuando el dolor cae sobre ti sin paliativos, lo primero que te arranca es la palabra”.
Que el paciente pueda compartir su dolor en el espacio terapéutico, que se sienta acompañado, sostenido y escuchado ya resulta, en sí mismo, aliviador.
Pero Buechler también nos habló de los momentos de incertidumbre en el proceso terapéutico con el paciente afirmando que los mismos son parte del proceso, no su fin.
Aclarándolo desde esa perspectiva, no tendría nada de malo compartirlo con el paciente. Incluso sería útil como forma de trabajar la aceptación de la incertidumbre, en este caso dentro del ámbito terapéutico, como ejemplo de lo que ocurre en la vida misma. Esta incertidumbre deberá apoyarse en la esperanza de ir descubriendo juntos, en el vínculo terapéutico, cómo salir de ese estado de estancamiento, aun cuando parezca que no se está generando ningún avance. Es muy importante en estos momentos estar dispuestos a trabajar duro, estar más interesados en crecer que en tener la razón con una actitud siempre más curiosa que defensiva.
Si bien esta actitud puede ofrecerse como modelo a nuestros pacientes e incluso ser contagiosa, Buechler sostiene que el hecho mismo de relacionarse con alguien con esa actitud promoverá la esperanza en nuestros pacientes.
Por otro lado, la esperanza implica siempre cierto estado de tensión pero justamente esto se debe a que es una fuerza vital que, a su vez, se alimenta de la curiosidad que es el motor que nos impulsa a bucear en las profundidades del paciente para comprenderlo mejor.
Nuestro trabajo nos enfrenta permanentemente al dolor que marca la vida de nuestros pacientes y a las dificultades de los mismos por cambiar y enfrentar sus abismos de una forma más saludable. Esto puede terminar agotándonos mentalmente y la desesperanza puede ganar terreno en nuestro quehacer terapéutico. En este sentido, Buechler nos advierte del riesgo de caer en una actitud pasiva como terapeutas, encarar las sesiones solo aguardando que éstas terminen, sin esa curiosidad que nos mantiene activos.
Cada sesión que dejamos pasar sin una actitud activamente curiosa, es una oportunidad que no vuelve a presentarse.
Mantener la esperanza (con base en la curiosidad) es, a menudo, el trabajo del profesional clínico en el cual influye directamente la postura personal del terapeuta frente a la vida. Por esta razón, es fundamental reconocer y trabajar los obstáculos emocionales a la esperanza en nosotros mismos (no solo en nuestros pacientes).
Son la esperanza, el coraje, el sentido del propósito y la curiosidad compartida los valores de la clínica que nos animan a seguir trabajando juntos a pesar de esos momentos de incertidumbre.
Pero en Ibero-Latinoamérica, esta esperanza compartida (característica fundamental del Psicoanálisis Relacional) trasciende las paredes del consultorio haciéndose presente como valor colectivo. Se vuelve visible en su arraigada cultura del “podemos” (1) , heredera de revoluciones y luchas sociales que han logrado sostenerse en el tiempo por la colectivización de sus causas, porque la esperanza funciona también como sostén de cada miembro que compone el colectivo en los momentos en los que su esperanza individual flaquea. Los intentos por alcanzar metas sociales al volverse colectivos ganan fuerza. Sentirse unido, conectado emocionalmente con un grupo social a través de una meta compartida potencia la esperanza de alcanzarla y funciona como motor para llevar adelante el proceso necesario para lograrlo. Esta esperanza compartida como construcción grupal es mucho más que la suma de las esperanzas individuales que se retroalimentan y sostienen entre sí en ese colectivo social.
Y estas instancias de encuentro con colegas de otros países son también ejemplo de la esperanza compartida, de la curiosidad, del motor siempre prendido pronto para aprender más, para entender, para cuestionarnos, para enriquecernos del intercambio.
Gracias a todos los que participaron porque su participación es la que mantiene encendida y aviva la llama de esta esperanza colectiva en el intercambio que conlleva a un crecimiento compartido.
¡Hasta el próximo encuentro!
Mónica Oramas.
(1) A diferencia de la cultura anglosajona que se define más por la individualidad del “Yo puedo”
Y ya vamos concluyendo
Este encuentro de miradas
Llevándonos la esperanza
Del dolor tan reclamada
El ensamble dio sus frutos
La diversidad se unió
Y los matices pusieron
Apertura y reflexión
La esperanza dio color
Al trabajo cotidiano
Escuchar y sostener
Habilita lo alumbrado
Coreografía diferente
Para aceptarme o cambiarme
Con actitud de apertura
La curiosidad, fundante
Tras encierro de dos años
Nuevas miradas emergen
Y el encuentro cotidiano
Compartido da otro temple
Como el saber esperar
Nos da esperanza en el cambio
Es el sello personal
Lo que da el giro esperado
Intersubjetividad espera
Escuchar diversidad
Entretejiendo esperanza
Colectiva-individual
Cabo de Nueva Esperanza
Nos señala ese lugar
De incertidumbre tan nuestra
Que el encuentro aflojará
Cómo juega la esperanza
Cuando planteamos la muerte
Dando sentido a la vida
Reconquistando el presente
Sandra nos trae recursos
Que acrecientan el bagaje
Para “activar emociones”
Que habilitan equipajes
Erich Fromm nos ilumina
Sobre el rol de la esperanza
Activa, impaciente, emerge
Razón de ser en la causa
Como Mitchell nos aporta
La expansión de adentro afuera
Cuando el analista encuentra
En paradoja el sistema
Es el trabajo del clínico
Transmitido con pasión
Perseverando en la lucha
Que engrandece la emoción
La esperanza activa puede
A ambos participantes
Encontrar esa manera
De relación refrescante
La importancia de entender
Porque fuimos entendidos
En el propio tratamiento
Nos abre un nuevo camino
Encontrarse en lo distinto
Y abrazar la paradoja
De un hallazgo lado a lado
Que nos abre nueva historia
El dolor no es evitarlo
Atravesarlo es un costo
Podemos vivirlo juntos
Porque se que no estoy solo
Trabajo clínico abre
Curiosidad en gran parte
Esperanza, el ayudar
Los valores se comparten
El “colapso” no es final
Parte del proceso es
Conectarse y aprender
Reinventarse cada vez
Colectiviza esperanza
Nos queda de reflexión
Unidos lo lograremos
Hermanando la emoción
De modo que el trabajar
Juntos nos da identidad
Como hoy en la experiencia
Que estamos por terminar
Agradeciendo a todos
Por compartir la jornada
A los anfitriones queda
Despedida mexicana
Graciela de Rosas.
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